1 de Junio de 2020
Mis papis están nerviosos estos días. No entiendo muy bien de lo que hablan. Mi hermano Fer dice que no quiere campamentos, ni salir de paseo, ni ira casa de los yayos, ni nada de nada: "YO QUIERO QUEDARME EN CASA". No ha podido despedirse de sus compañeros de la clase de 5 a 6 años y comienza Primaria en septiembre. Yo también estaría muerta de miedo: ¡EL COLE CON TODAS SUS LETRAS! Me dan escalofríos sólo de pensarlo.
Hoy, escondida detrás del sillón (me gusta mucho jugar a esconderme, bueno, sobre todo, lo que más me gusta es que me encuentren), les he oído hablar de la escuela: que si no sabían cuándo íbamos a continuar, en la segunda, en la tercera fase; que ellos debían regresar a sus trabajos; que les iban a despedir; qué dónde y con quién nos iban a dejar... "Pobrecitos, pensé, los mayores sí que tienen preocupaciones". Luego siguieron hablando de que la escuela debía establecer medidas para evitar que mis compañeros y yo nos contagiáramos (pensé en Celi y en ese bicho que no se ve pero se siente), que no íbamos a poder abrazarnos, ni manipular los materiales, ni andar a gatas explorándolo todo, ni ir a la SALA DE PSICOMOTRICIDAD... ¡HORROR! Pero entonces, ¿para qué vamos a ir? Yo si no abrazo a mi profe NO VOY.
Salí de mi escondite, porque no me estaban buscando, y les di un abrazo a mamá y a papá. Ellos no sabían el motivo, pero yo sí. Una niña de año y medio siempre necesita UN TIERNO ABRAZO.
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