Para
Ane Miren…, mamá de Amaia
Recuérdame
“Puedes llorar porque se ha ido, o puedes
sonreír porque ha vivido.
Puedes cerrar los ojos
y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo
lo que ha
dejado;
tu corazón puede estar vacío
porque no lo puedes ver,
o puede estar lleno del amor
que compartisteis.
Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el
vacío y dar la espalda,
o puedes hacer lo que a ella le gustaría:
sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.”
(David Harkins)
Con mucha frecuencia se emplea el
dicho africano de “para educar un niño, hace falta toda una tribu”, y yo me
pregunto: ¿qué está pasando con esta idea de tribu en los tiempos que corren?
Pareciera que el covid-19 está
llevando a extremos insospechados el temor a contactar con los demás, y, por lo
tanto, a formar tribu. De un modo u otro, y más allá de las consideraciones
sanitarias, parecería un experimento social de ciencia-ficción dirigido a
romper los lazos humanos básicos y así expandir hasta el infinito el control
que se ejerce sobre la ciudadanía.
¿Qué consecuencias tendrá en nuestros
niños? Para empezar, y por lo que podemos observar, angustia, miedo y
desconfianza… transmitidos, claro está por los propios adultos que también los
sienten. A la larga sospechamos que se producirá una robotización emocional y
una desconexión con todo lo que sea de ámbito social.
Parece que al final, se va a conseguir
que permanezcamos en nuestras jaulas, en casa… gigantescas prisiones libremente
aceptadas y autoimpuestas por el miedo que intencionadamente se derrama a todas
horas, desde todos los puntos del planeta.
¿Pero esto ha de ser así
obligatoriamente? ¿Qué papel tiene la escuela como paliativo contra esta tóxica
nube de terror hacia nuestros semejantes? Un papel crucial. En primer lugar, si
nos organizamos bien y extrayendo las virtudes que nos ofrece la tecnología,
podemos establecer redes que nos mantengan conectados a los otros, lugares de
encuentro virtual donde depositar penas y alegrías, donde resuenen nuestras
dudas y haya una escucha atenta a todo aquello que nos va a permitir
reconstruir nuestra característica más humana: la sociabilidad, la solidaridad,
la comunicación interpersonal. No podremos tener el abrazo consolador, pero si
la palabra que arropa y que acoge.
Aquí las escuelas pueden desempeñar un
papel decisivo como nudos comunicativos que irradian al grupo de adultos
relacionados por compartir hijos y preocupaciones. Pero hemos de entender
claramente que la escuela no es la directora, ni las educadoras… la escuela
somos todos y cada uno de nosotros que aportamos un granito de arena en esa
participación en la red…¡esa es la tribu que ahora podemos construir entre
todos¡
Tenemos el correo electrónico, tenemos
el wasap, tenemos canal de youtube, tenemos posibilidades de reuniones online…
y por tanto plataformas que nos permitan compartir… pero sobre todo es
necesaria la voluntad de participar, de estar ahí, de sentirse parte de un todo.
Deseo señalar también que hay otro
elemento que construye tribu y que nos salva del aislamiento y de la tristeza:
la conexión con el pasado, con lo que nos aportaron nuestras madres y abuelas y
sus respectivas “tribus” de referencia.
Los niños han de sentir que forman
parte de una línea ininterrumpida que une pasado y futuro, no solo de una
pequeña tribu familiar, mamá, papá, abuelos, tíos, primos…sino de algo más
grande y profundo. Y esa línea se hila con los cuentos y las canciones
tradicionales. Son nuestro patrimonio, son nuestra historia tejida desde tiempo
inmemorial. Nuestra escuela pretende rescatar también este aspecto que ayuda a
los niños a tener confianza en un futuro puesto que hay un pasado del que
aprender.
En otra entrada explicaremos porqué
ayudan a los niños a encajar esta situación tan poco saludable para la mente y
el corazón, pero, desde ahora podemos ir dándonos cuenta que esos cuentos y
canciones forman nuestra tribu ancestral y tenemos la obligación moral de tejer
redes para sostener y conservar lo que nuestros antepasados nos dejaron en
herencia y nos hace humanos.
El objetivo de esta escuela es pues
usar la tecnología para acercarnos unos a otros, permitirnos participar y
sentirnos acompañados… y así llegar a una masa crítica de alegría y paz
interior que se difunda como un virus virtual y tenga como “síntomas” más
importante el bienestar y la confianza de nuestros niños y niñas.
SEPTIEMBRE 2020. LAS
ESCUELAS
I
ESA DORADA LUZ PREÑADA DE PROMESAS
ESE SONIDO LIMPIO DE
RISAS INFANTILES
BARULLO AUDAZ EN
LEJANAS ESCALERAS
ESE TIEMPO QUE
EMPIEZA YA SIN VERANO
CIRCULAR, CONTINUO
HERALDO DE LA VIDA
ESA ALEGRÍA DE VERSE
Y ABRAZARSE
ESOS OJOS ABIERTOS A
LO NUEVO
ESE FUTURO INCIERTO Y
TAN SEGURO
ESE AMOR POR QUIMERAS
CONSTRUIBLES
SUEÑOS, SONRISAS,
ESPERANZAS
ESE CALDERO DONDE SE
CUECE EL MUNDO
… Y YO EN LA
DISTANCIA ECHÁNDOTE DE MENOS
II
PERO HOY, DEMONIOS
NEGROS DEL MIEDO SOBREVUELAN
APAGANDO CON SU
PESTILENTE ALIENTO LO QUE BRILLA
ARRANCANDO DE CUAJO
LO TIERNO Y SUAVE
TRAYENDO UNA VISIÓN
DEMENTE QUE SIEMBRA INFIERNO
QUE ARRASA LO AMOROSO
DEJÁNDOLO YA YERTO
DESPOBLADO,
SILENCIOSO, OSCURO, DEPLORABLE
INSTALADA EN COBARDES
CORAZONES
REINANDO EN DESPACHOS
IGNORANTES
¿Quién SE ALZARÁ EN
LA LUCHA POR SALVAR
LO INOCENTE, LO VIVO,
LO ENTRAÑABLE?
III
QUE SEAN NUESTRAS
MANOS ARMADAS DE LOCURA
DE CUENTOS, DE CANCIONES,
DE BAILES, DE TERNURAS
QUE SEA EL NIÑO
ANTIGUO QUE RECUERDA LOS PATIOS
LA COMBA, LA PELOTA,
LAS CARRERAS,
LAS RODILLAS EN FLOR,
EL COLECTIVO BOCADILLO
LEVANTAR LA MURALLA
CONTRA TANTO DISCURSO
ALZAR UNA BANDERA DE
PODEROSOS GRITOS
CONTRA LOS QUE NOS
QUIEREN ATADOS Y EN SILENCIO
CONTRA LOS QUE
PROYECTAN UN TIEMPO DE TRISTEZA
PARA MATAR LA VOZ Y
LA CONCIENCIA
DEL HOMBRE Y LA MUJER
QUE HOY ES TAN NIÑO
Araceli Fernández
Comentarios
Publicar un comentario